La
Batalla
Esta
es la historia de una pequeñita de tan solo diez años de edad. Un
ser chiquito pero muy ruidoso. Todos los alumnos se enteraban cuando
esta pequeñita ingresaba al instituto. Abruptamente abría la puerta
del aula, -sin importar si ya era la hora de su clase o no - daba un
brinco en el aire, aterrizando de pie, con ambos pies separados, las
manos en la cintura, sonrisa en el rostro y con voz portentosa
gritaba "Hello teacher" resonando su voz por todo el
instituto.
Venia
estudiando con nosotros un año, cuando le comente a sus padres en
cuanto a la total convicción que tenia de que ella pudiera
sobresalir en el examen internacional para su nivel. Los padres
estuvieron de acuerdo y la niña fue inscripta para el examen
Fue
entonces cuando se produjo una verdadera lucha interna en mi pequeña
valiente. En varias oportunidades se sentó para hablar conmigo y
expresar las dudas que sentía de tomar aquel examen por temor al
fracaso. En su mente ella estaba segura de que no lo lograría.
Sentía una profunda admiración por su padre y no quería
defraudarlo, no quería que el se desilusionara de ella.
En
muchas oportunidades hablamos de como a veces permitimos que el temor
nos paralice hasta el punto de truncar nuestros sueños y crear
barreras y limitaciones, producto únicamente del escenario de nuestra
mente. Exprese mi confianza en ella y trate de infundirle confianza
en si misma.
Mi
chiquiplupsis tenia ante ella al terrible dragón del miedo, al que
yo le estaba intentando convencer de enfrentar. Mis palabras no
parecían hacer diferencia alguna, hasta que recordé una enseñanza
de mi padre. El, al hablar de los jóvenes siempre ha dicho: "
Los jóvenes no necesitan criticas. Los jóvenes necesitan ejemplos y
modelos a seguir". El siempre me ha inculcado: "Si vas a
enseñar, hazlo con el ejemplo"
Como
docentes necesitamos ser coherentes. Si vamos a enfatizar en nuestras
clases la importancia de la educación, de aspirar a la excelencia en
los estudios, si vamos a hablarles en términos de como tienen que
organizar su horario, como tienen que planificar su día. Si les
vamos a hablar de la importancia de hacer planes y de plantearse
desafíos, como yo lo estaba haciendo con esta niña. ¡Que mejor
forma de hacerlo que con el ejemplo! Como dice el refrán, una imagen
vale mas que mil palabras. El ejemplo muchas veces logra lo que las
palabras no pueden
Así
que le hable a esta niña de un curso que yo deseaba tomar pero que
venia postergando justamente por el temor al fracaso, por no contar
con el tiempo suficiente para cumplir con la carga horaria del curso
y los requerimientos del mismo como ser tareas, exámenes y demás y
le propuse a mi chiquiplupsis el siguiente trato: Si yo vencía mis
temores y me inscribía a ese curso, entonces ella tendría que
vencer sus temores y prepararse para su examen. Acepto el trato, un
tanto renuente, mas lo acepto. Sin darme cuenta me había
comprometido a mi misma a un desafío, a mi propio dragón que no
estaba muy segura de poder enfrentar. Mas cumplí mi promesa y me
inscribí al curso.
Durante
el mismo, hubo muchos momentos en donde el no poder encontrar el
tiempo suficiente para cumplir con todos los compromisos comenzaron a
tornarse abrumadores. Recuerdo que una noche al terminar las clases,
me despedí de mis niños sintiendo el peso del mundo sobre mis
hombres. A medida que nos despedíamos, mis niños me comentaban de
como planeaban terminar aquel día y cuando llego mi turno, les dije:
"Tengo tantas tareas pendientes que no he enviado aun , que
simplemente no se por donde empezar". Mis niñas se
sorprendieron de que la profe también estudiara y de que también
tuviera tareas que entregar y de ahí se produjo una situación
bastante jocosa que se ha quedado grabada en mi memoria. Estas dos
niñas con total seriedad me invitaron a sentarme y me dijeron:
"Profe,
has acudido junto a las personas indicadas. En cuanto a tareas
atrasadas somos las expertas". No recuerdo los consejos que me
brindaron pero si ese tierno momento vivido con ellas. Unos meses
después, cuando se aproximaban los exámenes finales del colegio,
esta misma niña que me había brindado sus mejores consejos comenzó
a hablar con sus compañeras en el aula sobre como se sentía
abrumada por tantos trabajos prácticos que debía presentar,
exámenes para los que se debía preparar, clases de danzas y demás
y luego para mi sorpresa dijo: Si la profe puede trabajar todo el día
y estudiar por la noche, nosotros también, si ella pudo, nosotros
también podemos.
Me
sorprendió, nunca pensé que tomarían en cuenta esos detalles.
Pude
completar mi curso y terminarlo poco antes de la fecha del examen de
aquella primera niña, recibí mi certificado, lo encuadre y lo puse
sobre la pared, como recordatorio para mi niña de que así como yo
lo había logrado, ella también lo lograría.
Mi
niña se presento a su examen y obtuvo una distinción por merito
tanto en sus evaluaciones escritas como en su evaluación oral. De
ahí se volvió costumbre, cada vez que un niño se preparaba para un
examen yo me inscribía de igual forma en un curso pertinente a mi
carrera y de a poco se fueron sumando los certificados.
Su
padre nunca se entero de la gran batalla interior que se libro dentro
de esta niña. Para algunos padres, el certificado es tan solo un
pedazo de cartulina, pero para esa niña, ese certificado era su
trofeo con el cual recordaba la batalla en donde se enfrento al
dragón del miedo y lo venció. Ayudemos a nuestros jóvenes a vencer
sus miedos, si no podemos hacerlo con palabras, hagamoslo con el
ejemplo.